viernes, 19 de agosto de 2016

CUENTO: VITE PARALLELE - THE NJCHLAS' STORY. (II) Español



CUENTO:

Por. Pietro Bazzoli 
Illustrazione: Daniele Enoletto 
Traducido al Español por. Claudio E. Pompilio Q 



Una gota de sudor corrió rápidamente por la cara de don Claudio. El hombre se movía por las calles de Florencia y llevaba un traje de verano sobre una camisa blanca ahora empapada. 

Incluso con el calor abrasador que sitiaba la ciudad no tenía ninguna intención de renunciar a aparecer elegante. A los pies llevaba mocasines italianos, una de sus primeras compras en el Bel Paese. 

Guirnaldas de luz abrazadoras se estrellan en las ventanas de las casas, golpeando a cualquiera que se atreviera a aventurarse en las calles. 

Sólo en los callejones alrededor de la catedral se podía esperar para recupererse de aquel bochorno asesino. 

Por desgracia, incluso allí la paz dura poco: como centinelas repartidos por la Inquisición, ráfagas de aire caliente asalta a los transeúntes desprevenidos que tratan de huir con la esperanza de no ser alcanzados. 

Florencia durante esos meses se convierte en un horno, una aflicción infernal creado por el mismo Lucifer, de la que era imposible escapar. 

El hombre se pasa una mano por la cara, deteniéndose para recuperar el aliento. 

Deja en tierra el pesado marco que llevaba consigo y permite que el sucio trapo que la cubre se apoye en sus pantalones planchados exquisitamente. 

Con la manos e peina los cabellos hacia atrás, que brillaban bajo los rayos del sol, tratando de mantener un aspecto digno de su calibre. 

Después de todo, era el curador de una de las galerías de arte más prominentes en Florencia. 

Respiró profundamente una última vez, después levantó el objeto que llevaba y siguió su camino por la plaza de Santa Isabel. 

Casi había llegado, su deambular no duraría mucho más tiempo. 

Tan pronto llega a la puerta del edificio que estaba buscando, de cuyos techos se puede disfrutar de la vista trasera de Santa María del Fiore, lanzó un suspiro de alivio. 

Deje que el marco encontrara su equilibrio contra la pared exterior del edificio y, después de haberse acicalado por enésima vez, golpeó con fuerza contra la madera. 

Por la mirilla aparece una par de ojos oscuros y recelosos. Sin ser dicha una palabra, la ventanilla se cierra y, aquella mirada indagatoria cede el puesto a un sonido herrumbroso, típico de las cerraduras de la época. 

Con un fuerte crujido, la puerta principal se abre y sale una figura de mujer. 

<< Buenos días Don Claudio. Lo encuentro bien >>, dice la guardiana. 

<< Gracias doña Angela, usted siempre es demasiado educada >>. 

Don Claudio se rompió de forma visible, pero ella fingió no darse cuenta. A pesar de que sentía simpatía por muy pocas personas en la faz de la tierra, el curador pertenecía a este pequeño círculo de elegidos. 

Ella le da una de las tres sonrisas que se permite en un día, y reanuda la conversación: 

<< Que buen viento lo trae a nuestro barrio? >>. 

<<Njchlas>>,responde. 

Los dos intercambian una mirada que, al mismo tiempo, contenía resignación y una cierta dosis de fastidio. 

<<Njchlass>>, repite doña Angela. 

Ese nombre parecía decirlo todo. 

<<El mismo. He traído el marco que me ha encargado. Lo ha realizado el mejor artesano de Florencia>> 

<<Un bello desperdicio>> 

<< No eso: este muchacho tiene talento, no hay duda al respecto. Sólo que, al ser un artista, se distrae con facilidad >>. 

<<Si usted lo dice...>> 

<<Créame, tiene un enorme potencial. El asunto es que no sabe controlarlo>>. 

<<Se dice que sobrio se controla mejor>>. 

La flecha no se le escapada a Don Claudio, que inmediatamente toma la defensa de su pupilo. 

<< Es un artista. Los artistas son así >> repite, como si eso lo explicaría todo. 

<<Será así. Para mi pasa demasiado tiempo divirtiéndose en las tabernas y muy poco con el pincel en la mano. Para el todo parece un juego>>. 

<<Es joven>> , responde nuevamente el hombre. 

A pesar de que era una conversación amistosa, doña Angela trababa por todos los medios de socavar las barricadas que don Claudio colocaba en defensa de Njchlas. 

La mujer sentía un gran afecto por el mucho, pero no entendía que podía Don Claudio ver de especial en él. 

<<Creerá en cada una de mis palabras. Verá de lo que es capaz en la exposición que tendrá lugar en unos pocos días >> la exhorta el hombre leyéndole el pensamiento. 

<< Eso espero. Desde hace meses que no pagan el alquiler, pero sin embargo no deseo expulsarlo>>. 

<<Él es así: te conquista. Por el pago, déjeme a mi. Yo pensaré en todo>>. 

<< Usted es demasiado bueno. Ciertamente le digo al chico que ha pasaba. No lo dude>>. 

<<Le agradezco de corazón>>, sonríe Don Claudio. 

El hombre, con mirada abatida, toma en brazos el marco y le da la espalda. 

<<Está seguro de no querer dejarlo aquí>>. 

<<Segurísimo. Es muy costoso: si debe sucederle cualquier cosa, deseo ser yo quién se la cause>>. 

Siempre con una sonrisa en su rostro, el hombre comenzó su personal Via Crucis hacia la galería de arte. 

Si bien es cierto que cada uno lleva su cruz para expiar sus pecados, ahora él también abría soportado otros, para que Njchlas pudiera ser salvado del daño que aseguraba su vida disoluta. 

Doña Angela, viéndolo así, semejante a un Cristo Redentor, se hace el signo de la Cruz y regresa atravesando la puerta. 

Esa misma tarde, el joven artista había decidido tomar los pinceles, con la esperanza de completar la serie de pinturas que había prometido a su mecenas. 

***
Agua. 
Azul noche. 
Estrellas. 
Pez negro. 
Relámpagos. 
Magenta. 
Mar tempestuoso. 
Gritos. 
Gritos de hombres. 
Amarillo de Nápoles. 
Nubes rabiosas, cargadas de lluvia. 
El Diluvio Universal narrado en el Antiguo Testamento. 
Un albatros cantaba en medio de la tormenta, acompañado con su voz áspera el camino de las almas perdidas entre las ondas hacia la otra vida. 
Las almas no tienen el color del oro. 
Oscuridad. 
Muerte. 

Njchlas estaba inmóvil delante de su última creación. 

Estaba sin aliento, cubierto de sudor, como si acabara de venir de una pelea, y en el límite de sus fuerzas. 

Sin apartar los ojos de la tela, como si se tratara de un enemigo derrotado, listo para recuperarse en cualquier momento, con la mano izquierda tomó un vaso lleno de vino tinto y se lo llevó a los labios. 

Dio dos largos tragos, hasta vaciarlo completamente del líquido contenido en el mismo. 

Con la otra sostenía fuerte el pincel, en caso que fuera atacado por aquello que su mente apenas había reproducido sobre el cuadro. 

El vino le quemaba la garganta y rápidamente le sube a la cabeza. 

El chico ya estaba casi completamente borracho y esa última copa le hace traspasar el límite, abriendo las puertas de un mundo en el que no existen los límites de la racionalidad. 

Un escalofrío le corre a través de la espalda y le parece, casi sentir, una brisa placentera acariciándole el rostro. 

No pintaba más cuando estaba completamente borracho. 

Bebía mucho, pero trataba tanto lo más posible de permanecer en equilibrio entre un mundo y otro, entre la conciencia y lo irracional, seguro de que esa era la clave de la grandeza. 

En tal estado, el brazo controlaba los latigazo del pincel, pero la mente fue capaz de lograr lo imposible y de verlo claramente delante de él. 

Respirando de nuevo se voltea, lanzando el pincel sobre el lecho y ensuciando el colchón. 

No se preocupó en absoluto, el camastro era en tan mal estado que alguna mancha más de color no causaría ningún daño. 

No podía dejar de observar su trabajo con el rabillo del ojo. 

Sobre el lienzo, que algunas horas antes era solo un esbozo, ahora se representaba un mundo, una ventana a los hombres, los océanos y la destrucción. 

La ira de Dios que se manifiesta en contra aquellos que no siguen su ley, que persigue a los pecadores salvando a los justos con la fuerza de las mareas. 

<<El Diluvio Universal >>, murmuró sin darse cuenta. 

Agotado, sin embargo, ahora llena de nuevo el vaso, lo vacía y decidía ahorrar tiempo al beber directamente de la botella. 

Era el vino que doña Angela le suministraba personalmente: un brebaje capaz de traer los muertos a la vida, lo suficientemente fuerte para purgar el alma de los que tuvieron el valor de beberlo. Njchlas lo adoraba. 

Se inclinó a horcajadas en la ventana, dejando un pie colgando en el vacío. 

Las primeras luces del alba teñían el cielo sobre Santa Maria del Fiore, un panorama tan bello, que ningún pintor sería capaz de reproducirlo. 

El joven pensó de nuevo en sus primeros pasos en aquella ciudad, para escapar de su familia y dejó que los recuerdos se arrastraran sobre las playas de su memoria. Aunque si aquél nombre, “Njchlas”, no significaba nada para él. 

Lo había tomado prestado de una de las revistas extranjeras que habían pasado bajo su mano en el largo viaje en barco hasta Italia. 

No conocía el significado de ninguna de aquellas palabras, pero le sonaban bien y decide robarlo. 

Nada de aquello que había vivido valía la pena de ser recordado y, mientras estaba sobre el puente del barco escudriñando el lejano horizonte, se había prometido construir su propio pasado y su propio futuro a golpes de pincel. Era su sueno y nada le habría alejado de ser capaz de lograrlo. 

Fue con aquellos pensamientos en su cabeza que dejó caer sobre el pavimento la botella ya vacía y se acuesta sobre la cama. 

El sueño, después de horas de lucha contra el lienzo, lo envuelve sin encontrar resistencia, dejándolo naufragar en la orilla junto a sus recuerdos olvidados.


Pietro Bazzoli
Periodista / Escritor Italiano

















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