JURGENS PORTILLO:
PREGUNTAS A LO (IN)SIGNIFICANTE
Por Rigel García
Todos hemos visto esa vieja silla de jardín cuyo tejido ha sido recompuesto una y otra vez sin que termine de quedar bien. O la silla plástica de festejos con la pata rota, que sobrevive gracias a los más inusitados añadidos. Sabemos también del sofá con la tapicería remendada, la tumbona haciendo equilibrismo sobre ladrillos y la mutilada silla de oficina, sirviendo un poco más en cualquier otro lugar. Objetos-residuos que resisten al colapso como si siempre fuese posible una segunda, una tercera, una última vida.
Que podamos reconocer-nos (en) estos acomodos inestables revela su generalización, su papel como marcador cultural y, más allá, su potencial para meditar sobre el espacio en el que operan: ese inadvertido día a día a menudo desdibujado por la grandilocuencia y el deber ser de las formas aceptadas.
Jurgens Portillo (Maracaibo, 1990) interroga este panorama en Inventario de un lugar común, su más reciente exhibición individual. El conjunto de 14 pinturas –en su mayoría de pequeño formato– conforma un ejercicio de observación sobre el mundo de todos los días a través de la representación de un motivo único, la silla.
La muestra se comporta también como un catálogo de la improvisación y la inventiva popular usualmente desplegadas para alargar la vida de este mobiliario una vez que se ha declarado su deterioro material o estructural. Las piezas fueron realizadas en 2023, aunque el inicio de la serie se remonta al período entre 2018 y 2019 cuando el artista fijó su atención en este tipo de soluciones tecnológicas domésticas, muy en sintonía con su producción pictórica sobre los espacios cotidianos y otros objetos comunes.
Trabajadas a partir de apuntes al natural o fotografías, las sillas que retrata pertenecen a su casa materna en la Cañada de Urdaneta –municipio en las afueras de Maracaibo–, así como a otros espacios de la capital zuliana y de Caracas.
Algunas referencias fueron facilitadas al artista por amigos y personas cercanas. Si lo cotidiano constituye un tema de estudio apasionante para Portillo, no lo es menos el detallar esas modificaciones con las que se anhela extender el uso de los objetos. La práctica pervive en su memoria de modo entrañable en la figura de su abuelo, entusiasta mecánico de enseres cuya tenacidad en las reparaciones caseras llegaba incluso a modificar totalmente la funcionalidad de muebles y electrodomésticos. Las imágenes de la muestra ilustran aquello del “esto todavía puede servir” o el “mientras tanto”: un remiendo que se sugiere como temporal pero que se instala de modo perpetuo. Como perpetua parece ser la misma refacción: a menudo frágil o a medio hacer, con ese aspecto de estar en proceso y, por ende, en el inagotable terreno de la promesa.
La mirada de Portillo abriga mucho de esa voluntad por reivindicar lo minúsculo. Una disposición que hace pensar en Georges Perec y sus minuciosas descripciones de objetos cotidianos: declaraciones de principios sobre la capacidad de lo habitual para hablar de lo que somos. En la introducción a Lo infraordinario, Perec protestaba sobre el protagonismo de los acontecimientos insólitos en la prensa mientras abogaba por prestar más atención al devenir cotidiano, al “ruido de fondo”, a lo trivial: “Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿dónde está?”1 . Y así como el autor proponía inventariar el contenido de nuestros bolsillos o interrogar a las cucharillas, Portillo acomete ese retrato de la cultura material que nos acompaña, no por exótica o contingente, sino por “endótica” –en palabras de Perec–, por genuina dentro de una dimensión vital.
Inventario de un lugar común registra, así, diversas tipologías de la rehabilitación técnica popular: algunos arreglos se concretan con la ayuda de otro elemento también roto o desposeído de función, como si dos objetos lastimados se hermanasen para proseguir su tránsito, llevando al límite la noción de funcionalidad y concretando cierto ideal de consumo sustentable.
En este punto, el uso demuestra ser primordial y poco exigente, pues siempre que un elemento pueda operar como asiento todo lo demás parece accesorio. Función y forma revelan una relación de comprensión mutua, como si el residuo fuese siempre capaz de dar más, incluso como otra cosa. Cabe preguntarse por una cierta capacidad de agencia, cuando el empeño del propietario en rescatar al objeto parece desplazarse a éste, convirtiéndolo en una suerte de personaje con voluntad propia. Lo que estos artefactos (y sus imágenes) pueden transmitir abarca desde la carestía, la opresión y la imposibilidad hasta una rebelión festiva, una entrega creativa a lo elemental y una austera reconciliación con aquello que es suficiente, alejada de cualquier mandato o estereotipo social.
Los cambios de contexto son reveladores, cuando el objeto maltrecho pasa a tener otra oportunidad en un lugar diferente. Los asientos de carro devenidos en sala de espera hablan por igual de la carencia, la reutilización y el intercambio gracias a la neutralidad jerárquica de ciertos espacios. Si bien algunas reparaciones parecieran entrañar cierto peligro debido a la precariedad de las estructuras resultantes, eso no parece desmotivar el proceso de redención objetual.
En algunos casos, la cantidad de injertos hace difícil distinguir el objeto original, mientras que los muebles imposibles de usar –esqueleto, estructura pura– se conservan gracias a su condición de posibilidad. Tanto las sillas reparadas como las que aparecen enteras entrañan un elogio al mobiliario corriente, una instantánea vernácula que sostiene el valor del espacio privado como objeto de representación.
Las imágenes de esta muestra podrían dar cuenta de las dificultades económicas que atraviesa Venezuela desde hace tantos años, allí donde el mueble deviene alter-ego de los individuos en su análoga vocación de resistencia. En otro plano, podrían insertarse en lo que se ha dado en llamar estética provisional, esa “estética del por ahora, suscrita al tiempo de lo efímero y lo precario”2 y, en este caso, patente en las reformas a partir de objetos encontrados. Se sabe también, por otra parte, que no siempre es la carestía la que conduce a este tipo de prácticas de aprovechamiento y que todo examen de una sociedad a partir de sus pertenencias es tan revelador como complejo en contradicciones y ambigüedades. Lo cierto es que para Portillo estas imágenes constituyen una celebración de los modos de estar con los objetos y, más allá, de los modos de hacerlos estar. Tanto la práctica como su representación dejan traslucir la voluntad humana por lograr que el mundo siga funcionando. Aún así, la principal intención de estos cuadros es pictórica; no política ni moral.
Portillo ha expresado que para él la pintura es relevante como medio porque le brinda el espacio para expresar inquietudes ligadas al entorno3. Su interés por lo que denomina la apariencia encarnada de las soluciones domésticas efímeras, responde ciertamente al aspecto o a la forma de parecer.
Se trata, entonces, no sólo de la visualidad que posee lo precario4, sino de su cualidad pictórica, ese germen de plasticidad que entraña la realidad en sí y el modo en que ésta es susceptible de ser pintura. La larga tradición visual de las naturalezas muertas y las escenas cotidianas no sólo habrá puesto su atención en los objetos corrientes como vehículos de expresión estética o como portadores de mensajes existenciales; sino que habrá sabido renovarse cuestionándose a sí misma su compromiso con la verosimilitud. Es así como Portillo –en su interpretación contemporánea del género– suele introducir modificaciones en la luz y en los colores de sus escenas hasta lograr el efecto visual deseado, más en sintonía con su experiencia sensorial que con la idea de una representación exacta. Esta predilección por el comportamiento plástico de un objeto resulta fundamental en la comprensión de su propuesta como estado contemplativo.
Concentrarse en eso que nunca se ve es una acción a la que parece contribuir el hecho de que la mayoría de las sillas hayan sido representadas en un espacio vacío. Este enfocar la mirada en el objeto sin más enfatiza, de igual modo, el carácter transitorio y ambigüo de la imagen en tanto imagen en relación con su referente. En algunos casos, la decisión del artista de destacar el objeto por encima de la escena obedeció a su interés por la dinámica entre figura y fondo presente en el original. En otras, por haber detectado armonías de color y composición que deseaba investigar y, finalmente, para anular cualquier referencia sobre la localización real del objeto. En cualquier caso, lo pictórico sobrepasa lo anecdótico o meramente representacional y el aislamiento que acoge a los objetos de Portillo los resitúa en una experiencia de silencio; un protagonismo despojado que potencia una actitud meditativa sobre las realidades más pequeñas.
Las obras de Inventario de un lugar común podrían plantear –hoy y a futuro– otras vías de interpretación, bien sea la de acompañar una antropología de la Venezuela de estos tiempos o la de contribuir a la reconstrucción de una historia sobre las prácticas de adaptabilidad material. En tanto registro del entorno, su aporte a la memoria atraviesa dimensiones científicas y afectivas, económicas y poéticas, tecnológicas y vivenciales. Construidas entre el dato y el sentimiento, renuevan el ejercicio de la inventio –la invención– como concepto inherente a la praxis pictórica en su incesante negociación con el mundo real y, desde allí, son principalmente una muestra de un particular modo de ver el entorno. Esos artilugios que, en palabras de Portillo, resultan bellos a su manera, son también evidencia de la curiosidad y la imaginación popular, del gen habilis que define lo humano y del objeto (in)significante que, de modo insistente, acompaña y pronuncia lo que somos.
Jurgens Portillo [Maracaibo, 1990]
Licenciado en Artes Plásticas, mención Dibujo, por la Universidad del Zulia. En 2012 obtuvo su primer reconocimiento en el Concurso Estudiantil de ArtesVisuales, organizado por la Facultad Experimental de Arte de la Universidad del Zulia. En 2013 recibió el 1° Premio, en la XLI Exposición de Pintura de Intercambio, Sala Gabriel Bracho Tranvía de Maracaibo. Desde entonces ha presentado su trabajo de forma colectiva en diversos espacios: Los Iguanos homenajean a Vitrubio, Centro de Arte Lía Bermúdez (2013); 11o (2015) y 12 o Salón de Jóvenes Artistas (2016) en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia; Seamos Realistas, Centro de Arte Lía Bermúdez (2016); Naturaleza Inmortal, CevazGallery (2017); Homenaje al artista Emerio Lunar, Universidad Rafael Urdaneta de Maracaibo (2017); Esto no es ficción, es amor al color, Aula Magna de la URU (2017); Estética Provisional, Centro de Bellas Artes de Maracaibo (2022). ABRA ha presentado su trabajo individual (Lo sencillo y cotidiano, 2020), colectivamente (Tiempos extraños, 2021), en ARTBO 2021 y en PINTA Miami 2022.
Coordenadas:
INVENTARIO DE UN LUGAR COMÚN
Jurgens Portillo
individual | 09.07.2023 - 10.09.2023
g6+g9 centro de arte los galpones
av. Ávila con 8va transversal, Los Chorros
Caracas 1071, Venezuela
Info. Jesús Valera
Photos. Coirtesy
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