MÚSICA:
Por: Tomás Marín D
Fotos: Cortesía
De pequeño, y hasta mi adolescencia, disfrutaba mucho con las caricaturas de la televisión. Cuando tenía unos 11 ó 12 años, abrió, en la televisión por cable, un canal llamado Boomerang. El eslogan del ese canal era “Lo bueno vuelve” y se dedicaba a pasar caricaturas viejas. Una de mis favoritas se llamaba “Los autos locos” y consistía en carreras alocadas protagonizadas por personajes muy dispares entre sí. Uno de los personajes más entrañables de esa serie era Pierre Nodoyuna. Pierre Nodoyuna era un francés maquiavélico, de bigote clásico, quien, con la ayuda de su perro Patán, intentaba, por todos los medios legales e ilegales, hacerse con la victoria. Pero nunca, nunca, por más cerca que estuviese, lo conseguía. Le hacía honor a su apellido.
Hace unos cuatro años, en una noche caraqueña de sábado en la que no tenía mucho que hacer, luego de cenar me puse a buscar en Youtube videos sobre los autos locos y sobre Pierre Nodoyuna. Quería, al menos por un momento, viajar hacia mis tardes de vacaciones de 2002, cuando pasaba casi toda la mañana viendo caricaturas y, cerca de la hora de almuerzo, llegaba mi padre con un regalo que siempre me sacaba una sonrisa, como un cachito (pan horneado en cuyo interior hay jamón o queso) o una sandía.
No había muchos videos acerca de los autos locos, o acerca de Pierre Nodoyuna. Supongo que la mayoría de los videos tenían odiosos asuntos relacionados con el copyright. Pero Youtube me sugirió un video que tenía un título particular: “El día de suerte de Pierre Nodoyuna”. Era una canciónque interpretaba un tal “El Kanka”, un malagueño de pelo un tanto hirsuto y de una barba de apariencia descuidada. En el video salía el tal “El Kanka”, acompañado de una guitarra y de un amigo (al que apodaban “El Manin”), cantando, con mucha simpatía y talento, una canción realmente preciosa acerca de un potencial día en el que Pierre Nodoyuna, el eterno perdedor, llegaba por fin primero a la meta.
Creo que, pocas veces en mi vida, he sentido tanto amor a primera vista (o a primera escucha) con la música de un cantautor. Esa canción fue realmente especial para mí, acostumbrado a que, muchas veces, las cosas no me salgan tan bien como espero que me salgan, lo que hace que, cuando por fin me salen bien, celebre el doble (y hasta el triple). El Kanka ya me empezó a ser un nombre familiar. Ya tenia publicados, para ese momento, dos discos en su haber, todos con canciones simpáticas de letras ingeniosas y de un delicioso toque andaluz.
Creo que una de las actividades más comunes cuando compartes piso con compañeros es el compartir e intercambiar música. Entre tantos compañeros de piso que he tenido desde que vivo en España, Leticia era una de las más curiosas. Era una brasileña muy alegre. Siempre tenía una gran sonrisa y hablaba casi gritando. Era como si todo le emocionase. Recuerdo que a ella le recomendé escuchar al Kanka. Ella me dijo: “Está bien. Lo escucharé”. A los dos días, y durante varios días, los altavoces de Leticia, prácticamente, sólo escuchaban playlists del Kanka. “Me encanta el Kanka”, decía Leticia con su Español embriagado de simpático acento portugués.
Hoy en día, ya el Kanka, ese malagueño enamorado, tiene cuatro discos en su haber. Ha colaborado con artistas tan icónicos como Jorge Drexler y ha participado en festivales multitudinarios como el Viña Rock. Siempre, según sus palabras, ha disfrutado tocar en espacios muy pequeños, que tienen más interacción con el público. Pero, a medida que avanza su fructífera carrera, va llenando cada vez recintos más grandes en donde las entradas se van agotando cada vez con mayor antelación. ¿El secreto? Trabajo duro, trabajo duro y más trabajo duro. Como dicen en algunos lugares: trabajo de hormiguita.
Silvia, una de mis mejores amigas, que conocí en Galicia, hace poco tuvo un episodio de tristeza prolongada. Yo, luego de ir a su casa y de compartir con ella pan, chocolate, infusión y quesos, le recomendé música del Kanka. Ella me dijo, para mi sorpresa, que ya le habían recomendado una canción de él y que le había hecho mucho bien. La canción tenía por nombre “Sí que puedes” y es una de las pistas de su último trabajo discográfico, que lleva el curioso título de “El arte de saltar”. Y es que el Kanka, en medio de sus letras siempre ingeniosas y siempre reflexivas, impregna todo de felicidad. Ejemplo de ello es la que, personalmente, es mi canción favorita de su repertorio: “Instrucciones para bailar un vals” (incluida en su tercera pieza discográfica “De pana y rubí), en donde resume, casi todo, en una sola frase que sirve también para la vida: “Tan sólo hay que echarle ganas y bailar”. Sin embargo, otras piezas del Kanka sí que tienen un toque más melancólico. Ejemplo de ello es “Todo pasará”. Pero el Kanka, como un buen padre de canciones, no tiene una favorita. Todas, según sus palabras, son sus hijas.
Y muy diversas que son sus hijas. En lo referente a estilos, ninguna canción/hija del Kanka se parece a su hermana. El artista, que estudió primero economía para luego pasar a filosofía y a estudios de conservatorio, no conoce la palabra miedo en lo que se refiere a incursionar en géneros. El vals en “Instrucciones para bailar un vals”. El ska en temas como “Ay, vida mía”. Cierto toque de flamenco en temas como “Andalucía”, que le dedica a su tierra, y hasta influencias de rap en temas como “Me alegra la vista” (de su segunda placa discográfica “El día de suerte de Juan Gómez”).
Pero ha sido ha sido más que suerte lo que ha tenido la carrera de Juan Gómez Canca “El Kanka”. Ha sido una mezcla de talento, ingenio, buen humor y mucha constancia. Siempre añora a su Málaga, aunque está feliz de representarla en España y Latinoamética. Y más feliz, según sus palabras, lo hace cantar. Cantar en escenarios cada vez más grandes y haciendo feliz a más gente mientras él disfruta el hacer lo que hace. Aún, y ojalá por mucho tiempo, acompañado, entre otros músicos, del “Manin”, el mismo que lo acompañaba, con un cajón, en aquel video, en el Día de suerte de Pierre Nodoyuna.
Tomás Marín.
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