Por. Dr. Claudio Emilio Pompilio Quevedo
Director de SUROESTE International
Fotos. Cortesía CEPQ
Dime ¿que comemos? a lo que el coronel
armado de valor responde “Mierda”
La coronela
El pasado viernes 14 tuvimos la oportunidad de asistir, invitados por Image Producciones y Marbella Molina, al centenario Teatro Nacional, para el estreno de EL CORONEL NO TIENE QUIÉN E ESCRIBA, obra del premio Nobel de Literatura 1982, Gabriel García Márquez, que está siendo representada, gracias a la coproducción de la Fundación Rajatabla e Image Producciones, en el marco de la conmemoración de os 10 años de la desaparición física del Gabo.
Escrita en París en 1957 y publicada en Medellín en 1961 como una novela corta, según palabras del propio autor “era la más simple de las novelas que había escrito hasta la fecha” y añadió “Yo creo que es mi mejor libro sin lugar a dudas”.
Adaptado al teatro (va a llegar a las 800 representaciones), fue presentada en Caracas en 1989, dirigida por el genial director Carlos Giménez para la agrupación Rajatabla, cuyo montaje sorprendente y adelantado a su época, es el mismo que pudimos admirar en esta soberbia súper producción dirigida por Carlos Scoffio, quién ha realizado un admirable montaje respetando la esencia del original, ya un clásico de la dramaturgia mundial.
La desesperanza como motivo existencial
En 1958, en una villa de la Costa del Atlántico Colombiano, sobrevive, en medio de la miseria, el coronel, veterano de la Guerra de los Mil Días, que sirvió bajo las órdenes de Aureliano Buendía, y su esposa asmática, quién por quince años, cada viernes espera la llegada de una carta que no termina de llegar, donde se confirma su pensión de veterano.
El drama inicia una torrencial mañana de octubre, cuando se prepara para asistir a un funeral, que es todo un acontecimiento ya que es el primer fallecido de muerte natural en muchos años.
Con un único hijo (Agustín) acribillado por repartir panfletos subversivos en la gallera, y sin ningún ingreso para vivir decentemente, la única esperanza que le queda es la victoria del gallo de pelea heredado de su hijo, que penosamente cría, quitándose el pan de la boca, con la intensión de ponerlo a pelear en enero para conseguir beneficios con las apuestas.
La coronela, viendo la precariedad de su existencia y la progresiva desaparición de sus ahorros, le insta que lo venda, pero este se aferra a su intención de hacerlo pelear.
Pero el día que se acaba el maíz para dar de comer al animal comienzan a alimentarlo con habichuelas viejas y a la pobre mujer no le queda más remedio que pedirle venda al sastre el reloj de pared. Resignado llega a la sastrería donde encuentra a los amigos de su hijo y tiene la intensión de regalarles el animal, pero estos le conminan a conservarlo con la oferta de ser alimentado por ellos hasta la pelea del mes de enero.
Tras una fallida negociación de venta con don Sebas, el último miembro de su partido y padrino de su hijo Agustín, el viernes, como de costumbre, cuando se dirige al embarcadero para tener noticias de la carta, recuerda que es el día de inicio del entrenamiento para la pelea y se dirige a la gallera, donde descubre tienen a su gallo, el que es ovacionado, así que decide llevárselo y no venderlo.
El clímax ocurre cuando el coronel pelea con su esposa y esta, desesperada, temiendo la posibilidad que el gallo pierda le pregunta: “Entonces… dime, ¿que comemos? Y este armado de valor responde “Mierda”.
Injusticia, violencia y desesperanza
Con la omnipresente presencia del hijo muerto y la esperanza en una carta que no llega, El coronel no tiene quien le escriba, es un emotivo remolino de sentimientos.
Por un lado, la injusticia cometida contra un héroe de guerra, al que los político ofrecen una pensión que nunca se materializa y muestra como los hombres somos simples peones que se mueven a capricho cuando se necesitan, y se desechan, y olvidan, cuando ya no son útiles.
La traición, como la del compadre don Sebas, que por ambición y sin ningún rastro de humanidad, pretende comprar al gallo por una cifra que, al poco tiempo baja a la mitad, para finalmente entregar una cantidad miserable, sin importarle la necesidad de su compadre.
La violencia, vivida en esos tiempos tumultuosos, la vivida en la propia gallera donde le arrancan la vida a su hijo y la sufrida verbalmente por la mujer de don Sebas.
La esperanza y combate, simbolizada por el gallo, que representa al héroe y su lucha contra el injusto destino.
El idealismo, que muestra el coronel, quién a pesar de todo cree en la dignidad del hombre.
Un elenco extraordinario
La obra, cuyo protagonista no tiene nombre y que el propio Gabriel García Márquez repetía estar inspirado en lo ocurrido a su abuelo, el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, desarrollada en medio de la pobreza y una lluvia constante que simboliza la destrucción y persistencia del tiempo,
en esta puesta en escena de Scoffio, cuenta con un elenco magistral: Djamil Jassir, en el rol del coronel, que logra conmover y hacerlo creíble al público. La gran actriz Francis Rueda, una coronela, fuerte realista y admirable, que logra arrancar prolongados aplausos.
Don Sebas, interpretado por José Manuel García, que logra arrancar del espectador, verdaderos sentimiento de rechazo y antipatía. El médico (Ignacio Marchena) y el abogado (Alejandro Miguez) que convencen al espectador, junto a Verónica Arrelano, la mujer de Sabas y de mujer de negro, que da el toque alegre e irónico a la historia, junto a los talentosos integrantes del grupo Rajatabla, que, como es tradicional, realizan un ejercicio actoral de alta factura.
Temporada hasta octubre
Coincidiendo con el inicio de la obra, el remozado Teatro Nacional, presidido por Karlos Oropesa, quién acoge al coronel, será su casa hasta el próximo 06 de octubre, con funciones, sábados y domingos a las 04:00 pm.
Como colofón, por mi parte, como espectador, los invito a disfrutar de esta importante obra de arte de la dramaturgia hispanoamericana. Si ya la conocen, les aseguro que saldrán satisfechos, y de no ser así, descubrirán una historia extraordinaria que refleja fielmente la realidad de nuestras tierras americanas.
“Toda una vida comiendo tierra para que ahora resulte que merezco menos consideración que un gallo… Deberías darte cuenta que me estoy muriendo, que esto que tengo no es una enfermedad sino una agonía”
La coronela
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